Despertar a tiempo
PRAGMATISMO SALVAJE
Romeo González Medrano
PARA INICIAR EL CAMBIO DE RUMBO DE MÉXICO, alcanzar un lugar cercano a las potencias, y ser una nación de verdaderas oportunidades de vida para 117 millones de mexicanos, es fundamental no solo crecer unas décimas, sino desarrollarse, un concepto diferente, socialmente más amplio que la limitada visión de indicadores macroeconómicos a que son adictos gobernantes y voceros.
Avanzar en tal dirección, supone desterrar de la lucha por el poder público lo que tiene de perversa y que nos mantiene divididos e inmersos en una transición extraviada y un Proyecto de Nación indefinido. Quien no sabe qué quiere o hacia qué puerto se dirige, ¡ya llegó a donde iba! Cualquier atracadero, es bueno. Sobran ofertas seductoras, baratas y abusivas para traicionar a México.
¿Cuántas oportunidades ha perdido México por el pragmatismo y la banalización de la política?
México está inmerso en un pragmatismo que lo mismo campea en la cúpula de la clase política que en el inframundo de la ingeniería electoral de una jornada como la reciente. En el primer caso, PAN Y PRD están condicionando la aprobación de la reforma energética y fiscal a la aprobación de la reforma política. O sea primero, su acceso a más poder y, después, la Nación. Esto también es pragmatismo puro y de “altos vuelos”.
El otro, el pragmatismo electorero, lo vivimos recientemente. Al respecto en su reciente Informe Anual, Fernando Sánchez, Presidente de la Fundación Colosio Veracruz A.C., llamó a combatir el pragmatismo salvaje, característica sobresaliente de la jornada electoral que acaba de concluir en 14 estados. No terminó de decir la frase y de inmediato arrancó un cerrado aplauso entre los asistentes al convivio en el Casino Xalapeño. Me atrevo a pensar que la reacción fue, además de espontánea, un atisbo de una inteligencia crítica desafortunadamente autocensurada, dado las inercias de siempre.
El exhorto que comento es una clara alerta en la que deben meditar tanto los dirigentes del PRI como los de todos los demás partidos y organizaciones políticas existentes en México. El pragmatismo salvaje - de todos colores - es la negación de valores éticos de la política reducida a juego de intereses de grupo. Es miopía, negación de ideología o por lo menos de todo compromiso con las futuras generaciones. Es mercadotecnia de rostros y frases domingueras que en nada se distingue de la publicidad en TV de los jabones, cosméticos o tratamientos para adelgazar; se trata de otro “producto milagroso” para publicitar candidatos igualmente “milagrosos”.
Las plataformas son sólo para cumplir requisitos cuando debieran ser referentes de dialogo con los electores, pero en lugar de eso se reducen a fiestas banales de buenas intenciones de los candidatos. En campaña, los candidatos de todos los partidos repartieron “propuestas” a diestra y siniestra como si el quehacer de Legislaturas Locales y de los Ayuntamientos Constitucionales fuera posible cumplirse, al margen del gobierno federal, del resto de la Nación o con independencia de los consensos alcanzados a partir del Pacto por México.
Todos dicen querer lo mismo y distinguiéndose solo por el “estilo” de cada candidato. Pragmatismo en esta jornada ha significado vaciar la propuesta de toda precisión futura. Es propiciar que el dialogo público con la sociedad gire en torno a la dádiva inmediata, sea esta una despensa, un ofrecimiento viable, una promesa irresponsable, o simplemente repartir dinero en efectivo, todo es parte del llamado pragmatismo salvaje.
El pragmatismo es la pérdida de todo sentido de la historia y de la necesaria evolución social. Solo existe el aquí y el ahora. Es reduccionismo de la política y del poder a su significado instrumental de ganar por ganar el poder público; es un retroceso del pensamiento político que desde el siglo pasado otorgara al Estado la misión de hacer posible un orden que girará en torno a la felicidad humana.
Hoy se puede pertenecer a un partido y mañana a otro y pasado a otro. Los afines se vuelven opuestos y los opuestos amigos y aliados para derribar del poder a otro pactante. La promiscuidad interpartidista de candidatos (chapulinismo) es parte del pragmatismo. También las alianzas de facto entre partidos de ideología completamente opuesta.
Si los partidos políticos no se apartan de este pragmatismo que practican y en su lugar retoman los valores éticos y la ruta de navegación representadas en sus respectivas ideologías, Declaración de Principios y Programa, estarán renunciado a ser instrumentos para alcanzar el destino superior de la Nación, del que solo son una parte. En tales condiciones, convierten el poder en el fin supremo de su existencia y acción.
Lo grave de este fenómeno es que, sustentado en el dinero que casi lo compra todo, lo tienen y ejercen los gobernantes y partidos, con la salvedad que es mucho más abundante el que poseen las organizaciones innombrables,que desde hace rato avanzan ya en la construcción de su “base social” como se demuestra en varias entidades entre las que se encuentra Michoacán. Los partidos están en el banquillo de los acusados en el tema del financiamiento.
Bajo esta advertencia no hay engaño. Los partidos tienen un nuevo y mayor reto que es competir y disputar consensos a los nuevos compradores de “base social” quienes aprovechan la desesperación y la cancelación de todo futuro, en la precepción de las masas de jóvenes empobrecidos y de los convencidos de la banalidad de la política y de los políticos.
Alguien dijo que en política lo que se compra con dinero es barato, omitiendo que, cuando ese dinero no es propio, ¡todo Julio es regalado!
¿Cuánto más estamos dispuestos a soportar el juego de marionetas en el que la partidocracia mantiene secuestrada a la Nación? ¿Es el pragmatismo salvaje en la cúpula y en la base lo que los partidos políticos ofrecen para construir el desarrollo económico y social de México en el Siglo XXI?
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