viernes, 5 de julio de 2013

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Electores por primera vez: ¡No Votarán!





DESPERTAR A TIEMPO
Romeo González Medrano


Tremendo reto tiene este padre de dos jóvenes – de 20 y 22 años - que por primera vez ejercerían su derecho a votar para elegir Presidente Municipal y Diputado Local por Xalapa. 


Los dos, junto con su madre, se niegan a ir a votar ¡y me exigen que haga lo mismo¡ Comprendo y comparto su rechazo, me preocupa que así sea su primera vez; respeto su decisión, lo mismo la de mi esposa, jamás ha sido de otra manera con ella, ni con nadie, pero yo sí iré a votar y no por el gato Morris cuya popularidad esperemos que haga pensar y actuar en serio al Presidente y al Congreso.



Repito lo que he dicho en otros articulos: el PRI retornó a los Pinos, su mejor papel en la alternancia está por demostrarlo. El reto es para todos los partidos. Los mexicanos lo sabemos, falta que lo sepan los aspirantes al 2018.


El malestar de mis hijos, como el de muchos en todo el país, llega al hartazgo de todo lo que sea poder, partidos y políticos. La gota que derramó este vaso la provocaron los partidos, el derroche de dinero publico en las campañas y la promiscuidad interpartidista; las excepciones, solo eso son.


En casi 40 años que tengo de ser elector, no había presenciado jornadas electorales así, con  otras deformaciones sí,  pero no con éstas. Acudiré a votar, aunque sea sin mi familia y no  porque “me convenga”, o porque alguien me lo ordene ni por llevarles la contra a mis hijos, tengo mis razones que pretendo expresar en estas notas.


Entre reformismo o revolución violenta,  hace tiempo que decidí por lo primero. Enmedio, hay muchas otras formas de lucha social por  vías legales, dentro de las cuales se encuentra el derecho de abstenerse de votar que lamentablemente no es voto “en blanco” contabilizable ni el mejor instrumento de presión eficaz.


Las grandes transformaciones se han llevado a cabo o por la vía pacífica y legal, o por medio de la lucha armada. En la primera, incluyo la manifestación pública.


Es verdad – y múltiples hechos lo demuestran- que las reformas del acceso al poder concebidas por el poder dominante con el apoyo de las cúpulas partidistas lejos llevar a su suicidio como sistema, han terminado por fortalecerlo y “refuncionalizarlo”.


Las dosis “revolucionarias” del reformismo electoral, cuando ha sido el caso, suelen perderse en la  subcultura política y en la subcultura de la legalidad  que caracteriza a la sociedad mexicana.


Las reformas electorales desde 1977 hasta el momento actual, sin duda se han reflejado en una constante creatividad y desarrollo institucional sin que la redistribución del poder propiciada haya trascendido al desgastado sistema de partidos y menos que haya logrado abatir imposiciones, fraudes, irregularidades e inconsistencias y la consecuente desconfianza y falta de credibilidad de la mayoría de los ciudadanos en el sistema electoral y sus instituciones.
No obstante, el abstencionismo no es una respuesta activa sino pasiva y lo peor, ineficaz. ¿acaso es la derrota del ciudadano?


Entiendo perfectamente a mis hijos como a muchos electores que están inconformes porque ningún partido los consultó para seleccionar candidatos.


 Comprendo que tengan una percepción de las elecciones y de la política como simple comercio de intereses de personas y grupos. Coincido con ellos en afirmar que los valores y principios de partido, en la mayorìa de los casos, no existen más que como registros de trámite. También que hablen de candidaturas y de no candidaturas, que se compran y se venden. 

Además dicen ellos que los políticos abusan y manipulan  necesidades del pueblo, que el nepotismo se apoderó de los partidos  y de instituciones de este país. Afirman, como otros, que la política y el poder se han convertido en lo mismo que cuestionaron los revolucionarios de 1910, o sea acumulación  de riqueza vergonzante.  


Voy más lejos, pienso que no hay nada más opaco, antidemocrático e impositivo que  la selección de candidatos, lo disfracen como lo disfracen. Actualmente todo el sistema de partidos está en el banquillo de los acusados por la mayoría de la poblaciòn y más de parte de los jóvenes. Así llegaron a las elecciones de 2012 y, como los actores de teatro que deben salir a escena, solo tuvieron tiempo de darse una “manita de gato” antes de acudir a una nueva jornada electoral.


Aun así, no estoy de acuerdo con mis hijos  y su madre. Voy a votar e insisto que ellos lo hagan. Si de algo  estoy convencido es de que ni lo mejor del reformismo abortado constantemente, ni la llamada “violencia revolucionaria” que muy pocos proponen,  son la alternativa pues el primero se sustenta en el clientelismo manipulador, por cierto de todos colores, mientras la segunda, con un pueblo atrasado y desorganizado, lo que genera es "redentores" bajo nuevas formas de dictadura.


Trataré de convencerles que  si quieren un mejor futuro para ellos, deben luchar permanentemente  en todas las esferas de su vida, en todos los frentes, en todos los espacios, con todo lo posible a su alcance y dentro de la legalidad y de las instituciones existentes. Jamás someterse a poderes arbitrarios que pretendan pisotear su dignidad.



No hay de otra. Trataré de convencerles de que no votar es peor porque abona el abuso de las cúpulas partidistas que así se sienten seguras de preservar las reglas existentes o, cuando más, el gatopardismo que todo lo cambia para que todo siga igual. Y tal y como lo expresé en el 35° Aniversario luctuoso del Ex Gobernador Fernando López Arias: “Las imperfecciones de nuestro sistema electoral deben ser denunciadas y documentadas en tiempo y forma, no ser pretexto para el desanimo o la confrontación violenta y estéril que a todos nos perjudica”. 

Debemos persistir en que se respete el sufragio.  Mas si no logro convencerlos, iré a votar solo, y mi pluma, no descansará de exigir congruencia a quienes accedan al poder y de promover una cultura de la legalidad que acabe con la impunidad y haga surgir el ciudadano empoderado del que hoy carecemos. Sin verdaderos ciudadanos,  no puede haber sociedad con pleno Estado de Derecho. 





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