lunes, 29 de octubre de 2012

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ALIANZAS QUE NACEN ENFERMAS





Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad,
 pero si quieres probar el carácter del hombre, dale poder. A. Lincoln


Con miras a las próximas elecciones en Veracruz o en cualquier otra entidad, enfermas podrían llamarse las alianzas que se construyan entre partidos y organizaciones políticas. De llevarse a cabo, estarán  carentes de pleno fundamento jurídico, ético, ideológico, político, programático pero sobre todo, de memoria histórica.

A pesar de ello, como la terquedad sin fundamento no es una postura política sino un estado anímico de las dirigencias obsesionadas por más poder, nada impedirá que esas mismas cúpulas acuerden nuevas alianzas partidistas para  las próximas elecciones.


Sin embargo, como dentro y fuera de partidos y organizaciones hay de todo, vale una aclaración: sería injusto como contrario  a la verdad,  desconocer la existencia de individualidades excepcionales, de líderes, luchadores sociales, cuadros profesionales, militantes y aun simpatizantes de capacidad y honorabilidad indiscutible que, aunque silenciada, son la mejor expresión de cultura política y de conciencia autocritica de sus partidos. Desafortunadamente  no son la corriente predominante debido a lo cual en la dinámica de las decisiones  lo coyuntural subordina lo importante a lo urgente por lo que para las cúpulas, la lucha por más poder es lo único que importa; cada quien arma auto justificaciones que solo sus autores las creen.

En todo caso, estas notas van dirigidas a disidentes de dentro de cada partido y a los indefensos electores que son los que pagarán las consecuencias de caer nuevamente en el engaño de las famosas alianzas a la hora de impulsar las próximas candidaturas.

Aparte de haber triunfado o perdido en las urnas “x” candidato ¿quién puede dar cuenta del  fruto de las alianzas partidistas construidas en el pasado? Me refiero al fruto medido en términos de beneficios concretos para la sociedad, para cada municipio o comunidad.

Es casi imposible responder a esa pregunta por la sencilla razón  de que más allá de llegar al poder, a los “aliados” nos les une absolutamente nada excepto derribar al adversario aunque firmen ante notario y autoridades electorales, apasionados “amores de papel” que son las plataformas de registro; su objeto de sumar simpatías  y adquirir la fortaleza que por el propio esfuerzo no han logrado adquirir  y que será difícil que lo logren porque carecen de la confianza en sí mismos para convencer y vencer sobre quienes consideran sus adversarios.

De acuerdo con el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales  (y en su caso el Código Estatal)  en el Articulo 4º. Párrafo 3, dice: “Quedan prohibidos los actos que generen presión o coacción a los electores”

No obstante, los partidos ejercen esa presión sobre los electores al obligarlos a elegir entre candidatos promovidos por alianzas que carecen de toda sustentabilidad, construidas sólo para alcanzar el poder como si este fuera el fin y no el medio para servir a la sociedad.

Antes de construir nuevas alianzas, los partidos políticos deberían explicarle a la sociedad qué pasó y para qué sirvieron las construidas en el pasado.

En cuanto a aquellas que llevaron a la integración de la actual LXII Legislatura del Congreso de la Unión, como a Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República, concedámosles el beneficio de la duda hasta ver sus frutos. Pero…. ¿y todas las anteriores?

Es más, antes de lanzarse a una nueva aventura, las dirigencias de todos los partidos deberían asumir su propia realidad, reconocer que desde hace rato han perdido la credibilidad de la sociedad y aunque legalmente gocen de registro y millonarias prerrogativas con cargo a nuestros impuestos, para el común de los ciudadanos todos los partidos son camarillas familiares o de grupos y ninguno pasa el examen de democracia interna ni el de la tolerancia y la coexistencia creativa en la pluralidad interna.

Aunque no es un fenómeno exclusivo de México, abundan los estudios, las encuestas y las investigaciones gubernamentales y no gubernamentales, académicas, nacionales o del exterior que registran de muy diversas maneras la misma conclusión: el descrédito de la política, de los políticos y de los partidos cuando lo que el país necesita es salir de la premodernidad y contar con un sistema de partidos moderno, eficaz, eficiente, transparente que haga viables acuerdos, reformas y políticas públicas de mediano y largo plazos.

En este contexto, antes de nuevas aventuras electorales, los partidos le deben una explicación a su militancia, a sus simpatizantes y a la sociedad que por cierto en su inmensa mayoría  no milita en ningún partido. Desgraciadamente según los recientes acontecimientos las dirigencias nacionales de todos los partidos están dando largas al asunto de sus propios Congresos Nacionales en donde se trate a fondo su realidad.

Todo parece indicar que optaron por  “arreglos internos”, o sea prefirieron darle “una manita de gato al partido” sin importar que se hayan quedado sin contestar severas interrogantes respecto a las elecciones de Julio pasado. Las dirigencias nacionales privilegiaron la urgencia de estar en forma y bien colocados en el partidero, como en las carreras de caballos.

Si está latente una nueva ruptura en cada partido, poco importó. Tampoco si dos ex presidentes de la República se disputan el PAN.

A nadie parece importarle que las organizaciones de izquierda que se disputan otros dos partidos, uno existente y otro por nacer,  necesiten del dialogo en su interior para que salgan de “la incertidumbre y la experimentación” “probando vías para llegar a un ideal” como dice Nils Castro, académico  diplomático, escritor panameño y cofundador de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPAL) cfr. La Fuerza del Sol, órgano del PRD del DF. No. 693; 22/X/2012 pag. 6.


Los partidos actúan como si en las recientes elecciones no hubieran dejado asignaturas pendientes, por ejemplo, completar la información para la realización de auditorías que el IFE le debe a la sociedad o atender  resentimientos por candidaturas impuestas con toda arbitrariedad.

Tampoco es tema ya si el financiamiento de campañas sigue en la duda o en la opacidad. Lo ocurrido no impide que los nuevos legisladores acuerden reformas para la transparencia y la rendición de cuentas que sus mismos partidos jamás cumplieron;

No importa que ningún partido haya logrado escapar al clientelismo de programas sociales, ni  cumplido plenamente con la ley al estancarse como simples maquinarias electorales incapaces para asumir un papel activo en la instrumentación de políticas públicas y programas con auténtica participación ciudadana.


Nadie se siente responsable de crear constantemente  confusión en el electorado mediante alianzas entre quienes en otro momento se declararon ideológica y políticamente adversarios y hasta enemigos.

Lo cierto es que si las alianzas entre partidos y organizaciones no han servido para exigirle cuentas al candidato (s) triunfante, es porque nunca se propusieron en serio tal objetivo y, prueba de ello  es que nunca han contemplado medidas y mecanismos para hacer exigibles los compromisos que adquieren ante los electores.

Esto es así porque el que llega al poder se olvida  por igual de los electores que del partido y aliados que lo llevaron al poder.

Concluyo que tales prácticas son parte de lo que ha contribuido a que la mayoría de los jóvenes no les interese la política ni los partidos y en cambio ha fomentado el descrédito de la política, el abstencionismo  y la apatía por los asuntos públicos lo que hoy es una grave amenaza para el presente y el futuro de la democracia y de la nación;

Si el descrédito de unos no se traduce en conciencia social organizada en otros sino en nuevos partidos - clanes familiares o en liderazgos mesiánicos e de ideología fundamentalista,

Si el reciente Informe del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) destaca que “se ha profundizado la dimensión y la fuerza histórica, cultural, social, económica y política que tiene la discriminación  en nuestro país”

Tal parece que nada de esto importa a las dirigencias de los actuales partidos políticos en México. Da la impresión que lo único que importa es el tiempo del poder, o sea estar listos para gozar de los miles de millones del próximo presupuesto y continuar en el juego que lleva a más poder.  Una  enfermedad así, se llama adicción al poder.

Y lo que la necesidad une, la satisfacción lo divide. Las alianzas nacen enfermas porque los aliados lo están y no hay árbol malo que de fruto bueno.

La verdad que los aliados ocultan a la sociedad solo se sabrá después de llevar al poder a sus candidatos. Si hay mexicanos y mexicanas que a pesar de todo aun creen en alianzas cupulares y oportunistas, quizá se deba a que aun no se ha llenado el jarrito de decepciones.

Conste que me referí a las “alianzas enfermas”, que no desahuciadas. Quizá aun puedan curarse si sus promotores voltean la mirada hacia sus estructuras y vida interna, reconocen que no están a la altura de los retos del siglo XXI y proceden a su regeneración desde sus bases, desde la sociedad, desde sus raíces.





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