La próxima semana se cumplirán 43 años de aquella herida profunda causada a la nación la noche del 2 de octubre de 1968 por el régimen autoritario del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz. Las redes sociales y quizá otros medios de comunicación seguramente publicarán notas sobre algún mitin en Tlatelolco o en otras ciudades. Se recordará a los que murieron en la lucha por las libertades democráticas, particularmente la libertad de expresión.
Entre los congregados, no faltaran las voces diciendo a coro ¡el pueblo unido jamás será vencido! Y mantas o cartulinas en las que se lea: ¡2 de octubre no se olvida! Otros como el que escribe, uno más de aquellos, murmurará: ¡2 de octubre sí se olvida!; es más, ¡ya se olvidó!
Se olvidó porque lo hemos reducido a efeméride escolar (de efímero) o pieza suelta de un rompecabezas separada de su entorno socio económico, de la inmovilidad de la clase media, del endurecimiento del sistema político y de los procesos que antecedieron o sea la década de las grandes luchas sindicales (1958-1968) y el llamado “desarrollo estabilizador”. Se olvidó porque los protagonistas del movimiento nos “tragó” la institucionalización, el co-ejercicio del poder y, dejando a un lado la evaluación autocritica, nos conformamos y nos quedamos en los protocolos, las ceremonias y las marchas para recordarlos.
Cabe decir que, casi medio siglo después, este tipo de remembranza, desde luego que “es algo”, cierto pero muy lejano a un ejercicio de reflexión trascedente capaz de llamarse conciencia histórica critica componente imprescindible de lo que podría llamarse cultura política democrática.
Recordar 2 de octubre, 10 de Junio, como tantos otros hechos dolorosos de la historia de México puede y deben ser más que catarsis de indignación o para actos protestatarios con frecuencia cargados de simplificación y de calificativos para el presente. Voltear al pasado tiene sentido cuando se buscan respuestas al presente o al futuro.
Cada año me repite las mismas preguntas lo que interpreto como consecuencia de una historia por lo menos transmitida de manera deforme y no precisamente por historiadores sino por protagonistas de aquellos acontecimientos.
¿Para qué sirvió el 68? Me pregunta mi compañera. ¿Acaso las cosas han cambiado? Replica y remata: ¿Dónde están los líderes? ¿Qué le pasó a tu generación? ¿Es parte de ella esos que ahora ocupan un lugar en el Senado o en la Cámara de diputados? ¿O son los mismos genes los #soy 132? Mi compadre que escucha tanta pregunta, en lugar de ayudarme le mete más leña a la lumbre ¿en donde están los logros de aquel movimiento por libertades democráticas de las que hoy carecen los trabajadores en sus sindicatos? ¿Acaso hay libertad de expresión al interior de los partidos políticos? ¿Se respeta la libertad de expresión en los medios masivos de comunicación? ¿Y los reporteros policiacos asesinados qué? ¿Somos o no somos un país de libertades que se ejercen plenamente? ¿Acaso los egresados o por egresar de la educación superior tiene hoy mejor futuro laboral que en 1968?
Por más que trato de explicarles que las condiciones de 1968 nada tienen que ver con las actuales, no logro nada. Por si fuera poco, un joven invitado interviene para decir libertad… es la que tenemos hoy en las redes sociales; Ya estocado les digo a todos: quien no sabe valorar y cuidar lo que tiene merece perderlo. No me digan que la libertad en las redes sociales es eso que vemos en facebook o twitter?
Tanta pregunta sin respuesta me confirma que el 2 de octubre sí se olvida hasta que ese hecho y muchos más de la historia merezcan una mejor lectura que rescate su significado para el presente. Continuará….
jueves, 27 de septiembre de 2012
Etiquetas:
Análisis
Tlatelolco a 43 AÑOS
Escrito por:
Despertar a Tiempo
fecha: jueves, 27 de septiembre de 2012
20:07
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario