La izquierda
mexicana, al parecer, una vez más va para atrás. Ojalá y me equivoque. México
necesita ya de una nueva izquierda. El domingo pasado en el Zócalo
de la Ciudad de México AMLO dio a conocer su renuncia al PRD y, en
automático, concluyó la alianza. En seguida el líder convocó al
Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) a constituirse en asociación civil
o en nuevo partido político.
Como divorcio
anunciado y de mutuo consentimiento, López Obrador y, el PRD con su
pasividad y el silencio, partieron en dos a la izquierda mexicana,
justo en el momento en que por primera vez en la historia de México y con 16
millones de votos, el tabasqueño apoyado por el Movimiento Progresista logró
ser la segunda fuerza política de México. Ni modo, se dejó ir lo
que hasta ahora fue su mejor oportunidad de consolidarse como
partido capaz de garantizar una participación unificada en el 2018. Al mejor
cazador se le va la liebre, si era suya, volverá la oportunidad de cazarla en
otras condiciones y con mejor estrategia.
Mientras tanto, la
separación o divorcio arrojó más preguntas que respuestas. El porqué de la
renuncia, o las razones, desde luego que las hay, más no son teóricas,
ideológicas, ni políticas, tampoco discrepancias de táctica o de
estrategia, de política energética, etc. No hubo ruptura porque al parecer
tampoco hubo discrepancias sustanciales. Nada, nada de esto sino “razones”
estrictamente personales, como personal es el liderazgo ante sus seguidores.
En AMLO como en las personalidades ausentes en el zócalo: ¿prevaleció el interés de grupo y la visión subjetiva y personal, sobre la responsabilidad política y orgánica? La inexistencia de ruptura indica que para los próximos años se repartieron estrategias paralelas: lucha popular – lucha institucional para reencontrarse en “una segunda oportunidad” y de cara a la próxima coyuntura electoral.
Sobra decir que en
el PAN, hay más de un aventurado a declarar que lo ocurrido “les conviene”
aunque la hoy tercera fuerza política, en realidad, está sometida al desgaste
interno con perfil de canibalismo entre sus grupos, uno de los cuales
encabeza el aún Presidente, Felipe Calderón.
En cuanto al
PRI, habrá quienes piensen que la división de la izquierda por lo menos, le
allana terreno en su afán de conquistar el centro, eje de mejores posibilidades
para permanecer en el poder. (Si lo aprovecha o no, es otro boleto) Por lo
pronto es evidente que las inercias con las que arrastra el PRI hacen pensar
que “le queda grande” la presidencia democrática comprometida por
el Presidente electo Enrique Peña Nieto. Vamos a ver cómo le hacen sus
dirigentes porque es obvio que el gobierno del Presidente EPN y fracción
priísta de ambas Cámaras, no la tienen nada fácil.
En un contexto más
amplio, a México lo que le hace falta y urge es que verdaderamente se
transformen a fondo sus instituciones políticas empezando por sus partidos los
que, con diseño real opuesto la que ley les exige, están convertidos en simples
maquinarias electorales, muy abajo de las demandas sociales y aún más de
la conciencia alcanzada por la mayoría de los mexicanos.
Si los partidos
políticos en serio quieren recuperar el respeto y la credibilidad de los
ciudadanos sin partido (que son mayoría) necesario es que sus dirigentes y
militantes hablen menos de democracia y que la practiquen interna y
externamente, que maduren como organizaciones, que sean claras, transparentes
y definidos en sus objetivos, ideología y plataforma programática, y una
vida interna libres de hordas, de grupualismos, clanes familiares,
neocorportivismo, facciones de cuota, dogmatismos, sectarismos, “vanguardismo”
cuyo denominador común es la lucha por el control y el poder.
En el mitin del
zócalo de la ciudad de México, AMLO anunció que se realizará un proceso de
“diálogo interno” de MORENA con miras a determinar el camino que tomará. En
cuanto a la separación de su alianza con las demás organizaciones de izquierda,
al parecer López Obrador la consultó solo consigo mismo. Lo más
lamentable es que la izquierda que se denomina “madura” tampoco objetó la
decisión de quien fuera su fundador hacer 23 años y su candidato a la
Presidencia de la República por segunda ocasión. Dudo que esa forma de
conducirse deba llamarse “a mano” como la calificó Andrés Manuel López Obrador.
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Segunda
Parte
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