DESPERTAR A TIEMPO
Romeo González Medrano
LOS CHAPULINES Y LA
MANZANA DE LA DISCORDIA
En el gobierno, la manzana de la discordia
está representada por los puestos o cargos que son objeto de disputa más no con
el objeto de servirle mejor a la sociedad sino para hacer de ellos el escalón necesario
para continuar subiendo en la escala del poder. Esto marca la diferencia entre
políticos de carrera y “políticos a la carrera”
Todos los cargos están expuestos a esta
enfermedad, sin embargo, las dependencias más expuestas a esa disputa son la
Secretaría de Gobernación (federal) y la Secretaría de Gobierno (estatal) tradicionalmente
utilizadas como instrumentos operativos de los partidos políticos en
turno. Por tanto, nada es más adverso a este síndrome que desgobierna
partidizando las políticas públicas que titulares ciudadanos y sin partido como
si la evidente pluralidad de hoy no demandara de servidores verdaderamente
institucionales, respetados y con capacidad de
diálogo e interlocución con todas las fuerzas, actores y ciudadanos. El
más claro ejemplo de partidización del poder lo vivimos con una presidencia de
la República que está por concluir. Una de las consecuencias fue su aislamiento
a la manera de los tiempos de partido hegemónico del viejo PRI.
Un “Estado Eficaz” fue la oferta de Enrique
Peña Nieto; compromiso de múltiples significados y para cuyo cumplimiento
resulta completamente adversa “la cultura del chapulín” prevaleciente entre los
servidores púbicos de los tres ámbitos de gobierno.
Todo cuanto decida y se proponga hacer EPN
como cabeza del próximo gobierno federal tendrá que pasar por ese ejército de
seres humanos llamados “servidores públicos” de los cuales una pequeña parte
está integrada por profesionistas que ocupan los mandos medios y superiores,
encima de los cuales tenemos a la elite política (parte de ella endogámica).
¿Puede un Presidente de la República ejecutar
políticas públicas de un “Estado eficaz” con la misma burocracia y la misma clase política con la que fracasó
el gobierno antecesor?
Por eso cuando al ciudadano común se le habla
de “gobierno eficaz” es casi inevitable que la respuesta sea, por lo menos, una sonrisa de incredulidad. La
mula no era arisca, los palos la hicieron.
¿Quién es el superman que va a movilizar esa
masa humana con una mística de servicio y ajena al virus del chapulinismo? ¿Un
Presidente de la República, un partido político, un representante eclesiástico,
un tipo de servidor público inexistente?
La primera batalla está perdida con una clase
política habituada a servirse del poder para conseguir más poder. Utilizar el
cargo para brincar a otro. Un llamando “servicio civil de carrera” hecho añicos y burlado por la misma elite
política y sus necesidades de preservación en el poder en medio de una
movilidad que, desde su creación, faltó por completo al sustento meritorio, ya
que lo sustituyó por otras “habilidades” y “cartas de recomendación”.
La proliferación de “la cultura del chapulín”
es originada por la incapacidad de los partidos políticos para formar cuadros
profesionales para gobernar y administrar y, en consecuencia, el subsistema de
partidos ha tenido que acudir al poder político institucional para sacar de
allí sus candidatos. Es tal la promiscuidad partidos-poder de todos colores que
sus líderes se identifican con el mismo nombre de los cargos públicos y su
comportamiento es por lo menos bipolar.
Política y financieramente la vía de la
renovación de poderes, solo en apariencia y por formalismos legales se ha
realizado por la vía de los partidos políticos, aunque en realidad todos
sabemos que se ha llevado a cabo desde el mismo gobierno, con recursos sustraídos
a la administración, no importa que ello ocasione una movilidad exagerada de
cuadros de la administración , bajo la justificante de que los servidores no
cuentan y de que “hay continuidad” en las políticas y los programas aunque
después de un inepto venga otro aun más .
La ambición por más poder que padecen
nuestros políticos de todos colores ocasiona que ya no abran sus maletas, pues
saben que durarán unos meses ya que el
sistema “los llamará” a una “nueva oportunidad”. Por lo mismo, es común que toda su visión sea
cortoplacista. A mediano y largo plazo
nadie piensa porque ya no estarán en el cargo.
Opuesto al gobierno eficaz es esta subcultura
y esa necesidad antropofágica del sistema político.
Yo me pregunto ¿qué pasaría si por ley no se
le permitiera a ningún servidor o representante popular dejar el cargo hasta
haberlo concluido a menos que se interrumpan sus funciones por grave
irresponsabilidad?
¿Qué no es con cargo al erario público su larga
experiencia, capacitación y adiestramiento conocimientos?
¿Con qué derecho a un funcionario se le
promueve a un cargo de representación popular sin haber entregado cuentas
claras de los resultados del cargo que desempeñaba? ¿En Veracruz hay casos patéticos
de un diputado que duró solo un día en el cargo? Evidentemente hay lagunas o
contradicciones entre derechos individuales y responsabilidad social.
La verdad el enemigo más poderoso del futuro
gobierno eficaz es esa clase política afectada del hábito chapulinezco
integrada por servidores y políticos “a la carrera” que anteponen sus objetivos
personales y de grupo a los intereses de la nación.
Ni el PRI ni el PAN. PT, ni el PRD ni nadie
puede demostrar que esa práctica, ese robo de cuadros para sus afanes de poder,
y la guerra intestina y de “fuego amigo” que ocasionan “los que están desesperados
y en la cola”, esté generando un
servidor público adecuado al estado eficaz. Por el contrario, gracias a la partidización
de medios y comunicadoras, buena parte de estos son vendedores de terror o de
adulación de políticos y servidores con lo que se suman a esa enfermiza
movilidad cuyo origen es la ambición de más poder. Ojalá y la nueva
reglamentación de la publicidad gubernamental
le ponga fin a esta forma de “evaluar”
o de promover funcionarios o candidatos.
Hace
rato que ni partidos ni los políticos son lo que dicen ser, (todos) El
beneficiar al partido de origen de un gobernante y de sus colaboradores debe
ser la consecuencia de servirle a toda la sociedad sin distingos de ninguna
clase; esto es ser institucional. Lo otro, o sea, ejercer partidistamente,
aprovechar tiempo de trabajo y recursos en un cargo público para darle a los de
su partido lo que no se les da a los demás, es parte de la gobernabilidad
agotada incompatible con los propósitos y el discurso de la Presidencia
Democrática y del cambio con nuevo rumbo para México.
Como lo expresé en el artículo anterior, los
grandes cambios que necesita México no pueden esperar más. Bajo ningún argumento
se justifica la espera de “condiciones políticas” para sacar los acuerdos
pendientes. Los legisladores federales están en una caja de cristal frente a la
nación y desde Veracruz y de todo el territorio, veremos qué camino eligen en
sus intervenciones y voto: o trabajan a fondo con acuerdos equiparables a los
cimientos para el mediano y largo plazo, o le dan largas y sacan acuerdos para
el próximo reacomodo de fuerzas.
Independientemente de en qué Comisiones se
desempeñen, es de esperar su mejor aportación en aquello que vivieron y
trataron en el pasado como es el caso del Senador Pepe Yunes, en materia de
desarrollo social. En los resultados de sus gestiones y reformas, se verá lo
que hagan por Veracruz todos sus representantes en ambas Cámaras. Comentarios
romeo-gonzalez@hotmail.com