- La
“pluralidad de gabinetes” refleja inclusión que abona consenso al
gobernante aunque también mayores resistencias a la articulación de
acciones y la coordinación transversal.
- En el reino de los feudos burocráticos, la
cultura de equipo es inexistente. Nunca practica la autocritica y, la
crítica o la sugerencia, se considera ataque o declaración de guerra.
- Ahogada la diferencia interna se bloquea la
creatividad y, la mejora continua, se queda en autoelogio.
- Los que se
dedican a “llevar agua a su molino” en realidad debilitan al único
depositario del poder popular.
Hablar de “eficacia” del Estado Mexicano es
referirse a una demanda permanente de la sociedad y, además, siempre en asenso.
No es casual que en respuesta a ese consenso, la propuesta central de campaña
de Enrique Peña Nieto como de los demás contendientes por la presidencia-
haya sido precisamente la de lograr un
Gobierno Eficaz con capacidad de respuesta a las demandas sociales.
En las últimas décadas los gobiernos de
México han ofrecido todo tipo de modelos de administración, programas de
modernización de la gestión pública y
reestructuración de los aparatos bajo el supuesto de que los cambios dotarían a
la administración pública de la eficacia de que ha carecido.
Por ejemplo, la reforma administrativa en
tiempos del maestro Alejandro Carrillo Castro con el Ex Presidente José López
Portillo, el Sistema Nacional de Planeación Democrática a partir del ex
Presidente Miguel de la Madrid, la modernización de la gestión pública con el
Ex Presidente Vicente Fox y Felipe Calderón. Una constante a lo largo de esos
gobiernos fue la llamada “coordinación interinstitucional”, fórmula mágica aplicada sin éxito comprobado.
Otra más ha sido la creación de “gabinetes”, un esquema de frutos
precarios. Más eficaz han sido los grupos de poder tras el poder del Presidente
o de súper asesores mientras que los llamados “gabinetes” no han pasado de ser
mera distribución formal de funciones del poder ejecutivo, más pretencioso que
real porque su clasificación supone grados de racionalidad y organización
multisectorial nunca alcanzados. No hay
pruebas de que la “pluralidad” abone eficacia a la función pública aunque sí
mayores resistencias a la coordinación transversal.
Si aun
entre correligionarios no hay cultura de equipo, menos la hay entre
funcionarios de diversas procedencias partidarias. En detrimento de la calidad en la función
pública a que tiene derecho la sociedad, la cooperación entre funcionarios
tiene tinte de “favor” y no de obligación institucional. Bajo esta dinámica las
áreas de los sectores presentan graves problemas de operación ya que sus
titulares en lugar de comprometer su
mejor esfuerzo con el gobierno como unidad
política, únicamente lo hacen con los su “logros sectoriales” y con lo que “les proyecte” a su
siguiente meta personal.
Hasta ahora, todos los intentos “refuncionalizadores” de las
instituciones del Estado han sucumbido ante intereses y necesidades del sistema
político. Los organigramas, las líneas de mando
o de coordinación entre dependencias y ámbitos de gobierno, como los nombramientos o cambios de funcionarios, no
responden a necesidades derivadas de la ejecución de las políticas públicas
o del desarrollo de la organización
administrativa sino a necesidades de la movilidad de los cuadros del
sistema de representación política o sea,
los reacomodos se derivan de la permanente disputa por el poder político a
través de los numerosos y frecuentes eventos del calendario electoral.
Los funcionarios de mandos medios o
superiores no son designados o removidos atendiendo a sus aptitudes,
experiencia y carrera administrativa
sino a su carrera política y casi siempre personal o de grupo con predominio de
relaciones, compromisos, aspiraciones frente a lo cual, lo que menos interesa
es la racionalidad administrativa, el buen desempeño y la entrega de
resultados.
Al respecto y en aras de la unidad, del
equilibrio y la representatividad, los gobernantes suelen incorporar a sus
equipos de trabajo a políticos que no toman sana distancia ni de sus grupos de origen ni de sus metas
personales, como debe caracterizar el comportamiento institucional.
Cuando
la preservación de tales vínculos sirve para llevar agua a su molino en lugar de entregarse por completo al
desempeño de su trabajo, en realidad
debilitan al único depositario del poder popular – sea el Presidente de la
República o algún gobernador - aunque de boca para afuera los funcionarios se
den golpes de pecho de lealtad al jefe.
Todo
mundo sabe que “su molino” es su proyecto personal o de grupo antepuesto al
proyecto del gobernante cuyo poder político se ve menguado ante la apropiación
personal de la plusvalía política sectorizada.
En el reino de los feudos, la cultura
de equipo es inexistente. Los “equipos” de gobierno nunca practican la
autocritica y la menor de las críticas se considera ataque o declaración de
guerra. Ahogada
la expresión de diferencias internas, se bloquea la creatividad y la mejora
continua se vuelve autoelogio. Entre
dificultad para autogobernarse y las presiones de los acelerados las discrepancias internas se “ventilan” a
través de acciones mediáticas o columnas financiadas con “fuego amigo”. Se habla del caso de un gobernador que disfrutaba
este tipo de “dialogo”.
¿Cuántos grupos están representados en un
ayuntamiento? ¿Cuántos en un gobierno federal o de una entidad federativa? Los
que sean, el efecto es el mismo: deterioro fragmentación y debilitamiento del
poder institucional del gobernante en turno. ¿Cuántos funcionarios ni abren sus
maletas porque su estancia en un cargo tiene calendario político personal?
¿Cuántos otros desatienden solicitudes porque no son de cacareo exclusivo? ¿Eso
es trabajar en equipo? ¿A esto se puede llamar lealtad política e
institucional? La falta de una cultura política en los servidores públicos es
reflejo de atraso incompatible con un gobierno eficaz.
El chapulinismo está hoy convertido en una
plaga y, por todo el daño que ocasiona
es otra forma de corrupción que demanda un fuerte manotazo que lo frene o le ponga condiciones que salvaguarden el interés público antes que el privado o
personal. Bajo el disfraz de la “libertad personal”, lo que se ha propiciado
es la estampida y el abandono de
responsabilidades. En el fondo, este problema refleja falta desarrollo político
y desarrollo institucional del Estado Mexicano. Con todo el daño que esto
ocasiona.
0 comentarios:
Publicar un comentario