SUBEJERCICIO:
OTRA FORMA DE CORRUPCIÓN
Ni en México ni en ningún país del mundo hay ni
habrá dinero suficiente para que el Estado responda a las crecientes
necesidades de la población. Por eso resulta crucial su administración. La
inversión pública destinada al desarrollo de infraestructura social o
productiva, año con año disminuye como consecuencia de las políticas
neoliberales restrictivas del gasto.
Por si fuera poco, la obesidad de los aparatos del Estado es una enfermedad
que se agudizó en los últimos años. Sin embargo, la causa principal de la
ineficacia e ineficiencia de las políticas públicas y en particular de
los programas sociales, es la corrupción en el uso de los recursos
públicos.
El único lado bueno de la guerra de
lodo, que estamos presenciando los mexicanos con motivo del Informe de
la Auditoria Superior de la Federación sobre la Cuenta Pública 2010, es el reconocimiento de que en ella “vamos todos”, es
decir nadie puede tirar la primera piedra. Esto de entrada obliga cobrar
un grado más de conciencia a los ciudadanos que aún quedan como crédulos de la
honestidad. Ninguna organización humana está exenta de corrupción. El poder, sea
del signo ideológico o político que sea,
sin contrapesos, inevitablemente es propenso a caer en la corrupción, el
abuso y la arbitrariedad.
Ciertamente agrada al oído popular escuchar a un candidato que se compromete a barrer el
poder como las escaleras “de arriba para abajo”. La realidad, que es más terca
que el hombre, demuestra que esa barrida también debe ser de “abajo para arriba”,
es decir de la acción popular al juicio político de funcionarios y gobernantes pues
de lo contrario se queda en promesa.
Una de las formas que
simulan muy bien la corrupción se conoce como “subejercicio del gasto” un
concepto que la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria define
como “las disponibilidades presupuestarias que resultan, con base en el
calendario de presupuesto, sin cumplir las metas contenidas en los programas o
sin contar con el compromiso formal de su ejecución”.
Dicho en otras palabras, es el dinero que la Cámara de Diputados, año con
año le aprueba al Poder Ejecutivo a través del Presupuesto de Egresos de
la Federación, (PEF) y que el ejecutor no gasta; se trata de recursos públicos
que las dependencias no utilizan y que, aparentemente, se encuentra disponible
en la Tesorería de la Federación o en alguna parte de la administración pública
federal.
Llama la atención el hecho de que los recursos que se quedan
sin ejercer está ya considerado como un vicio gubernamental de los tres ámbitos
de gobierno que va en aumento constante y que resulta una burla ante las
múltiples necesidades de obra pública o de servicios básicos que demanda
a la población.
Se estima que de los recursos autorizados por la Cámara de Diputados para 2011, tan
solo en seis secretarías alcanza la cifra de 30 mil millones de
pesos de subejercicio de los cuales la Secretaría de Comunicaciones y
Transportes (SCT) dejó de ejercer 7,850.25 millones de pesos respecto al
presupuesto original; la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) dejó de
ejercer 6,703.50 millones de pesos; Reforma Agraria 351.0 millones de pesos; y
la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y
Alimentación (SAGARPA) no ejerció 721.35 millones de pesos.
Como
se aprecia, no es cualquier cantidad; ¡30 mil millones y solo del 2011!
Evidentemente estamos ante una práctica presupuestal viciada que demuestra que las verdaderas “prioridades sociales”
no son las establecidas en los discursos o en el Plan Nacional de Desarrollo.
A la hora de hacer público este vicio, saltan las acusaciones y las
explicaciones “técnicas” pero la verdad es que no hay nada que se haya
partidizado más que la asignación y uso de los recursos públicos.
El gobierno federal habla de incapacidad de los gobiernos
estatales y del manejo arbitrario de los recursos en tanto que los gobiernos
estatales acusan que son las dependencias federales las causantes de ese
subejercicio.
El problema ha sido objeto de
múltiples análisis y las verdades
siempre salen a flote. Lo que fue hace algunos años una situación excepcional
se ha convertido en “práctica normal”
inducida en primer lugar por las
políticas públicas restrictivas procedentes de los centros financieros
internacionales y, en segundo, es resultado de la discrecionalidad en la toma de decisiones de parte de
funcionarios que operan como “soportes financieros” de actividades político
electorales.
El gobierno “complace” el
consenso social en el papel (PEF) aunque ya en la práctica aplique otra
política distinta que permite la especulación financiera y bursátil con los
recursos no ejercidos. Dinero público que genera rendimientos que escapan a los entes fiscalizadores y el cual es utilizado por los titulares de
las dependencias y las entidades públicas para pagar bonos, viáticos y ramos que la Cámara de Diputados
no autorizó o incluso financiamiento de empresas afines al régimen. No debe
extrañarnos que, las cifras oficiales del elevado costo presupuestal de nuestro
sistema electoral y de partidos , en realidad se aun mucho mayor de lo que
parece.
En conclusión, la alternancia
de 2000, lejos de llevarnos a una gestión pública “eficaz, eficiente y
transparente” como presume le régimen nos llevó a todo lo contrario por lo que
entre otras, apremia la Reforma a la Ley de Coordinación Fiscal. Ojalá y en la
próxima reunión nacional de alcaldes que se llevará a cabo en Boca del Río el
tema sea objeto de acuerdos específicos a fin de sacudirse el centralismo
arbitrario y opaco en las decisiones presupuestales tan agudizado en años electorales; quien sabe
porqué. http://despertaratiempo.blogspot.com/
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