Es muy fácil colocar la función y la responsabilidad del titular del poder ejecutivo por encima y aparte de la lucha de contrarios real, objetiva y existente en el interior mismo de la sociedad a la que se representa. Toda narrativa al respecto, le es fácil de concluir en la calificación de “gobernante irresponsable sembrador de odio y de lucha de clases” cuando menos ya que según este enfoque debería anteponer el deber de promover el diálogo, la negociación, la creación de consensos, la unidad de los contrarios y La Paz y anhelada unión entre diversos y contrarios. Don Sergio García Ramírez, autor del artículo en comento, es un jurista que goza de gran respeto e invariable preferencia de múltiples lectores entre los que me encuentro. No recuerdo haber leído de él un ¡basta! A los expresidentes del neoliberalismo, máximos responsables de los más graves delitos por saqueo y traición a la patria y también de violacion de los derechos humanos. La Paz, la unidad y la concordia no son ni nunca han sido producto hegeliano de un gobernante sino de la justicia. Qué clase de unidad y concordia puede haber entre los beneficiarios de la corrupción y las víctimas de la impunidad y el despojo del erario público y bienes de la nación? O sea de todos? Desde luego que sí puede haber esa unidad y concordia pero de una unidad y paz SIMULADAS ! como ocurrió en el discurso presidencial del PRIANISMO mientras en las desiciones se fomentó y patrocinó la más grave discordia entre los mexicanos a grado tal que, de no haber sido por el triunfo electoral de la coalición de Juntos haremos historia, don Sergio y muchas plumas más tendrían que haber escrito sobre una guerra civil mucho más feroz y prolongada que la de 1910 . En cambio, nada dice don Sergio García Ramírez de que el actual titular del ejecutivo federal ha sido excepcional promotor y hasta provocador del diálogo, la transparencia y la comunicación entre los más diversos actores de la sociedad y entre esta y el gobernante. Gobernar también es comunicar como también lo es la más grande redistribución del ingreso a través de los programas sociales. La estrategia de seguridad tan criticada por los opositores al régimen también habría que valorarla en este mismo contexto.
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