En Mèxico,
la arraigada práctica
de gobierno llamada “apaga fuegos,” durante muchas administraciones ha sido
columna vertebral de la gobernabilidad que
bien merece llamarse “agotada” para el presente y futuro del estado nacional
mexicano en la era de la globalizaciòn.
En términos
de política
pública, se trata del
equivalente al “cortoplacismo” en materia de política
económica. Esta práctica
de gobierno es parte de las deformaciones congénitas del sistema polìtico
que cumpliò
su función
pero se resiste y no acaba de morir ni morirà
en forma espontánea por los intereses que intervienen como tampoco por arte de
una segunda alternancia morirán
los lazos empresariales subrepiciamente construidos por “un gobierno de
amigos”, herencia del règimen
del Ex Presidente Felipe Calderón.
Después
de la Revolución
Mexicana, está
visto que en todos los relevos presidenciales una cosa es
el consenso y la correlación
política de fuerzas requerida
para acceder al poder, y otra muy distinta
y superior, la imprescindible para cumplir en la realidad con los grandes compromisos
de campaña
de un candidato triunfador. Convencer en el discurso, no significa vencer en la
realidad. La reflexión
tiene sentido por ciertas declaraciones recientes del gobernador del Estado de
Veracruz Javier Duarte referentes al bloqueo de carreteras en el sur del
estado.
Ante los bloqueos el Gobernador Duarte
ha dicho que los reprueba en tanto que su Secretario de Gobierno precisa y lanza un
rotundo NO a los chantajes y reitera la propuesta de diálogo
y acuerdo evitando daños
a terceros.
La contundencia de ambos es
esperanzadora y más
aun lo será
a medida que se haga realidad. Es claro que la permisibilidad de viejas prácticas
de presión,
crea frágiles
bases de estabilidad social y política
y desgasta las instituciones del Estado al acentuar la pérdida
de credibilidad, la indiferencia de los ciudadanos hacia las instituciones del
Estado y escenarios nada atractivos para el arribo de inversiones.