“Lo siento”,
o “discúlpenme”, como quieran decirlo, solo intento una lectura distinta de
esta pandemia de la cual mucho más me preocupa el después que el ahora. ¡Imagínese,
son las 4 de la mañana y acompañado de mi termo de café y una botella de litro
de agua, abro la puerta para entrar a mi pequeño estudio en el tercer piso de
la casa! Una vez instalado, a mi derecha tengo una pantalla de buen tamaño y junto
un teclado inalámbrico; al frente un gran ventanal por donde puedo apreciar,
hacia abajo, la silenciosa privada donde vivo y, si apago la luz, veo hacia arriba al oriente de la ciudad, un
pedazo de cielo azul estrellado. Ahora me dispongo a revisar el dictado que
hice antes de incorporarme de la cama. Apenas prendo la computadora cuando en una
notificación a pie de pantalla la SEP informa que se “puede prolongar un mes
mas el encierro”. ¡fantástico! Me dije,
un mes para continuar las reflexiones interrumpidas cuando salí de Lecumberri.
¡por fin con excepción de mi ignorancia, nada me impedirá avanzar en el afán de
librarme de la matrix heredada. Hay una clara diferencia entre ser estoico que
se alegra, disfruta y aprovecha adversidades, obstáculos o dolores del cuerpo y
ser masoquista cuyo máximo de conciencia solo da para quejarse, indignarse, protestar
y vomitar veneno contra todos los que no sean como él . “Todos a sus casas”
realmente lo disfruto. Quizá esta actitud se deba a que mi estado habitual es
estar encerrado, así que solo cambio de domicilio mi cuerpo.(continuará)
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