Hoy en la parada de autobús escuché a un estudiante pedir cuatro pesos para completar su boleto. Metí la mano a la bolsa de mi pantalón y saqué unas monedas que por la obscuridad era imposible contar y las puse en la mano de aquella jovencita con rostro angustiado; luego me subí. Minutos después me alcanzó para regresarme el excedente.Se que hay muchos así en la “Atenas veracruzana” donde coexisten al extremo pobreza y opulencia. Recuerdo haber visto y muchas veces a universitarios compartir entre dos , el alimento para uno. No puede ser que la esperanza sea más de lo mismo.
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