lunes, 26 de noviembre de 2012

PATRIOTAS OLVIDADOS







El 24 de noviembre de 1847, o sea hace 165 años, en la ciudad de Xalapa, entre el mercado llamado de “San José” y la parroquia del mismo nombre, murieron fusilados  por las fuerzas invasoras los Tenientes del 11º Batallón de Infantería, Ambrosio Alcalde y Antonio García, ambos muy jóvenes de edad.




En un aniversario más de aquel trágico acontecimiento, la Coordinación de Promoción de Valores Cívicos y Culturales del Gobierno del Estado de Veracruz organizó un acto cívico justo, en el obelisco erigido en su memoria. El evento duró escasos 20 minutos siendo notoria la ausencia de representantes de los locatarios cuyo mercado lleva el nombre de los jóvenes tenientes que murieron por oponerse a la ocupación; tampoco asistió un representante del Ayuntamiento de Xalapa.

Al que escribe le correspondió decir un mensaje a nombre del Gobierno del Estado para lo cual,  previamente  había leído algunas notas sobre la vida de los homenajeados. Confieso que me conmovió saber de su valor y convicciones patrias. Ellos pudieron salvar sus vidas pero no lo hicieron pues las condiciones impuestas eran indignas e inaceptables.  El acto cívico era una oportunidad para reflexionar  sobre lo que implicaba ser patriota en aquellos años y serlo en el presente aunque ya casi nadie utilice ese concepto. Reflexionar  sobre lo que la sociedad de hoy espera de sus jóvenes en su comportamiento ciudadano, además de esmerarse en la calidad de su preparación universitaria.

Desafortunadamente en San José brillaron por su ausencia los universitarios; ni  jóvenes  y tampoco de ninguna edad, solo unos cuantos paseantes desmañanados. En balde preparé unos apuntes para  incluirlos en mis improvisadas palabras. No es la primera vez que me pasa esto pero definitivamente los actos cívicos están demasiado abandonados, me dije. Quizá su estado sea parte de la credibilidad perdida. Ni idea tengo de las consecuencias  de esta amnesia que comparte toda la sociedad. De espaldas a la historia no quiero ni pensar hacia donde nos llevará la globalización cultural.

Por eso, al ver una vez más el desgastado protocolo que se utiliza para la mayoría de los actos cívicos, no pude uno menos que lamentar que nuestra generación no haya logrado transmitir el valor de la historia de México, ni la motivación para efectuar tantas re lecturas como dudas o interrogantes le surjan a las actuales generaciones.

Algo no hemos hecho bien, expresé ante el escaso público presente compuesto por la Banda Sinfónica del Gob. Del Estado y la Banda de Guerra de la Secretaría de Seguridad Pública. De las organizaciones sociales, solo la CNC envió a un representante, el Dr. Manuel Guevara Huerta. Estuvo presente el Cap. Arturo Barrango Lozano representante de la 26 Zona Militar y el Lic. Agustín Basilo de la Vega Delegado de SCT quien hizo una sintética pero brillante semblanza de los jóvenes sacrificados.

En mis improvisadas palabras exalté el ejemplo que a lo largo de toda la historia de México nos han dado los jóvenes como los tenientes fusilados. Destaqué  que en nuestro país como en muchas partes del mundo, la juventud siempre ha dado muestras de sensibilidad al denunciar situaciones de injusticia, de la falta de libertades, o contra la violencia y en pro de la paz.

Sin embargo, añadí, que el mundo que les ha tocado vivir a los jóvenes de hoy es mucho más complejo y, sobre todo enrarecido, que aquel que vivieron los jóvenes tenientes sacrificados y recordados por su ejemplar patriotismo. Hoy parece de noche, cuando todos los gatos son pardos y en defensa de los más altos valores también, se manifiestan sus adversarios. ¿cómo distinguirlos?

Insistí que es necesario que sigan siendo jóvenes y sigan siendo la voz sensible que se hace eco de reclamos y necesidades de transformación social pero también que actúen con responsabilidad, con cautela y organización. Las manifestaciones públicas, siendo un derecho constitucional, son altamente vulnerables  debido a la presencia de múltiples intereses que en no pocas ocasiones se aprovechan de la juventud generosa, espontanea y no siempre organizada.

Ese riesgo permanentemente los expone a la infiltración de manipuladores y provocadores de toda clase de intereses y procedencia, razón por la que, sin abdicar de sus convicciones, es necesario que sus luchas, sus manifestaciones, en ejercicio de sus derechos, se lleven a cabo en forma pacífica, organizada y sin afectar los derechos de otros ciudadanos; no mediante actos de desesperación como bloqueos de calles, confrontaciones estériles  o la violencia verbal.  Deben cuidar de no dar motivo al encubrimiento de delincuentes comunes que en todas las épocas y movimientos han existido.

El deber de las autoridades, es escucharlos y darles respuesta. En cuanto a exponer sus demandas, no se trata de que caer en el papeleo burocrático e inútil pero sí que ejerzan sus derechos en forma ejemplar como corresponde a nuevos ciudadanos que respetan el Estado de Derecho y exigen que sea respetado por todos.  

Sólo así podrán los jóvenes de hoy ganarse la simpatía y la adhesión de la sociedad como en su tiempo lo lograron otras generaciones y hacer significativa la fuerza y el consenso que respalda sus peticiones o propuestas.






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