El modelo del Estado Eficaz que propone el Presidente
Enrique Peña Nieto, exige pactar una estabilidad social y política duradera que
haga viable las grandes reformas para la transformación de México y este
objetivo fundamental no es compatible con los métodos de la gobernabilidad
agotada basada en el chantaje por prebendas electorales o económicas para
beneficio de liderazgos partidistas, corporativos y caciquiles. El nuevo
Presidente de México tendrá que sacudírselos desde el centro y desde los
estados; desde todos los rincones. De no
avanzar de inmediato en esa dirección, EPN se enfrentará, desde la entrada de
su administración, entre otros, con dos poderosos obstáculos: a) el creciente costo
presupuestal y la improductividad social de la frágil gobernabilidad
consistente en reaccionar a las pulverizadas demandas de grupos de presión y b)
la ineficacia de una política social asistencialista inoperante ante el crecimiento
sostenido de los rezagos sociales. c) Una administración pública heredada,
incompatible tanto con el modelo de Estado eficaz como con la nueva
gobernabilidad, pero eso sí, en poder de miles de directores incrustados de
última hora por acuerdo de Felipe Calderón. Esto será el desencanto del Pacto
Político propuesto por PAN y PRD a Enrique Peña Nieto y la evidencia que México
sigue posponiendo sus transformaciones al inmediatismo de la disputa por el
poder.