DEFORMACIONES Y
CAMBIO DE CULTURA POLITICA
La
cultura patrimonialista del poder en funcionarios y servidores públicos es un
fenómeno sociopolítico diseminado en toda la administración pública. Se
manifiesta cuando el poder se ejerce como propiedad personal, familiar o de
grupo y forma parte de las deformaciones de la administración originados en la
fragilidad de la llamada “democracia representativa”. Quien ejerce un cargo,
por delegación o por elección popular olvida que solo el pueblo es fuente
originaria de poder y se comporta y actúa como si el cargo se lo deba al líder,
al padrino, al gobernador, al presidente, al grupo, a su familia o al partido.
La
lealtad personal pasa a ser criterio de preferencia y valor determinante en la
selección de personal y no la experiencia, la capacidad y la lealtad a las
instituciones y al proyecto político como se supone y se presume en las “tomas
de protesta”. El fenómeno es grave y amerita ocuparse de ello pues se trata de
una mentalidad que trasciende a los gobiernos del cambio profundo y, sin duda
es una herencia incompatible con la Cuarta Transformación de la vida publica de
México.
La clase política ampliada, mezcla de todos
colores, actualmente y en gran medida, preserva la misma cultura política del
pasado y da lugar a que la comentocracia, cada que hay oportunidad se refiera
al presidente, a funcionarios o representantes de MORENA con la frase de “son
iguales” o de manera irónica “el pequeño priista que todos llevamos
dentro” dijo recientemente la Senadora del PRI, mi ex jefa, cuando fue
gobernadora de Tlaxcala, la Lic. Beatriz Paredes. Más nunca del mismo lado de
la historia, le faltó decir a la exdirigente de la CNC. Por eso el presidente
Andrés Manuel tiene razón cuando dice y reitera en las mañaneras “no somos
iguales”. Una diferencia fundamental en la que habrá que insistir y aplicar en
todo momento y particularmente en los procesos de selección de aspirantes para
la renovación de poderes. Cero antecedentes de corrupción, cero riqueza
inexplicable, y hechos que denoten congruencia con el proyecto de trasformación
de la IVT. Los resultados de la jornada electoral de 2018 arrojaron la
exigencia generalizada de un cambio profundo de la vida pública y en respuesta
a ello se inició en México un proceso de transición y de transformación hacia
un nuevo régimen. Consolidar ese proceso necesariamente requiere de criterios
más estrictos de selección. A dos años de distancia, ha dicho por el propio
presidente, “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer” y al
parecer no será nada fácil que ocurra. Pasar de la vieja cultura a otra
sustancialmente diferente de carácter democrático y republicano, de servidores
con auténtica vocación y mística de servicio es un salto descomunal, pendiente
de darse no obstante las profundas reformas impulsadas por los grupos
parlamentarios de MORENA y el propio presidente AMLO. Se puede afirmar que ese
cambio apenas empieza. Desde luego es muy importante, valioso e imprescindible
el ejemplo del presidente, pero no basta. También ejemplar y de incalculable
valor político es la aportación de miles de Servidores de la Nación que junto
con la actitud vigilante de la población beneficiada de los programas sociales
y las redes sociales afines son el activo más importante de conciencia social y
cultura cívica con que cuenta hoy México y forman parte central de la audiencia
de las mañaneras que los conservadores quisieran desaparecer.
Fomentar
una nueva cultura cívica en los servidores públicos que transparente y
consolide su compromiso con los objetivos de la IV Transformación no puede ser
ni por decreto ni por generación espontánea. Impotentes e inertes
en papel se leen “códigos éticos” y de “conducta” en algunas instituciones. Es
indispensable la acción estratégica educativa y de transformación política
enfocada a los servidores públicos de los tres poderes del estado, de los tres
ámbitos de gobierno y en todo el territorio nacional a la par de un pueblo
políticamente movilizado defienda sus conquistas, vigile y así lo demande.
Prácticamente hace falta una revolución cívico- cultural, escuché decir a un
colaborador de AMLO de probadas convicciones que en su etapa juvenil fue
militante de izquierda anarquista del 68.
De esa
estrategia política ha de formar parte un enorme y organizado esfuerzo de
debate y pensamiento crítico que lleve a cabo el cuestionamiento de conceptos,
hábitos, patrones de conducta, esquemas de trabajo, modelos de organización,
normas y lineamentos de trabajo e incluso políticas públicas que teóricamente
son congruentes con la IVT pero en realidad, en los hechos, revelan continuidad
de la cultura patrimonialista y neoliberal del viejo régimen. Les llamo
“neoliberalismo sin neoliberales”, generalmente dentro de los programas
sociales o en la administración del presupuesto estatal y municipal hasta donde
hoy se sigue filtrando la concepción y operación heredada de la
tecno-burocracia de la SHCP.
Casi un siglo de dominación PRIANISTA rodó por los suelos con el voto
aplastante de 30 millones de electores de MORENA. La voz hegemónica de los
intereses de aquel gobierno de amigos, de aquella oligarquía concubina de poder
político y económico, fue afortunadamente desterrada como parte del
mandato popular, más el resto de los miles de funcionarios medios y el conjunto
de la burocracia nacional permaneció y está en espera de tratamiento. Es
el cuerpo del elefante.