sábado, 19 de marzo de 2011

LA SALUD ENTRE COMILLAS



DESPERTAR A TIEMPO
Romeo González Medrano
LA SALUD ENTRE COMILLAS
A mi querida hermana Haydeé Julieta:
Mexicana, ejemplo de amor a la vida y de cultura
empresarial en Estados Unidos.


Desde hace miles de años la salud humana se le considera como uno de los bienes más preciados del hombre y no es para menos pues de ella depende la capacidad para trabajar, sobrevivir y disfrutar la vida. Desgraciadamente entre más arenga el hombre su valor, más parece alejarse de ella y ningún sistema de información epidemiológica del mundo convence de lo contrario. Cualquier cifra positiva manejada en forma aislada no contradice el deterioro de la salud como tendencia general.
La proliferación de toda clase de enfermedades se extiende por el planeta lo que incluye tanto a las sociedades de la abundancia como a las menos desarrolladas que hoy están peor que hace medio siglo pues sin haber salido completamente de las enfermedades de la pobreza en cambio ya adoptaron, y en forma creciente, el patrón de las enfermedades cardiovasculares y crónico degenerativas prevalecientes en las naciones más desarrolladas desde donde el capital industrial y financiero las ha convertido en la mercancía más rentable del planeta.
Mientras tanto los medios masivos de comunicación se encargan de alentar la admiración por la belleza de la salud del cuerpo humano aunque solo sea a través de eventos del deporte profesional como los juegos panamericanos o las olimpiadas al mismo tiempo que millones de espectadores, en estadios o en sus casas, se refrescan con bebidas alcohólicas y arraigan su sedentarismo.
¿Qué está pasando con la salud de los mexicanos? ¿De verdad estamos haciendo por ella todo lo que decimos y que tanto cacarean nuestros gobernantes? ¿Hay algún funcionario federal o estatal que tenga el atrevimiento de publicar un informe certificado del estado de salud de los veracruzanos después de las inundaciones recientes? El diputado local Flavino Ríos recientemente preguntó y pidió explicaciones sobre la proliferación del cáncer en el sur del estado. Nadie contestó lo que preguntó. ¿No será que ya llegó la hora de hablar con la verdad y salir del engaño más grande en el que hemos vivido por medio siglo durante el cual los mexicanos creamos el mal llamado “sistema nacional de salud” que ni es sistema ni es de salud?
¿No será ya el momento de reconocer que lo que “hacemos por la salud” lo deshacemos con el modo de producir y de vivir? ¿Por qué las autoridades eclesiásticas predican la compasión por los enfermos y no condenan la producción y el consumo contaminante y cancerígeno? ¿Por qué en este aspecto el papel del sistema educativo es tan pobre? “Nada va a cambiar si no cambia cada persona” me dijo mi hermana. De acuerdo pero pasé dos meses en Estados Unidos y no vi en ningún canal de televisión el masivo bombardeo promoviendo el consumo de productos chatarra que tiene a México en el primer lugar mundial en obesidad infantil, antesala de la diabetes mellitus y otras enfermedades.
Desgracias por fenómenos naturales o por riesgos industriales, hambre y miseria, calamidades o pandemias todo se ha vuelto “hechos normales” , espectáculo o noticia “de impacto” de efímera sensibilidad en los televidentes; ¿será verdad que los públicos cautivos de los medios masivos demandan “reality show” no importa cuál sea el grado de violencia, de sufrimiento o de crueldad? Hay de sobra en el mundo hechos que prueban que la salud como la preservación de la vida es mucho más palabra que acción y que en realidad vivimos en un engaño que hasta aplaudimos. Vivimos en riesgos químicos y radiactivos permanentes y no lo sabemos o si lo sabemos no decimos nada. Todo esto se maneja como “secretos de Estado” o “aquí no pasa manda” ¡ y menos en tiempos preelectorales!!!! Y es que la salud ¡ también es bandera política y de las más rentables!
¿Acaso abatir la mortalidad materno infantil es suficiente para que nuestros gobernantes canten victoria mediante informes de clara intencionalidad política? Está certificado ante la Organización Mundial de la Salud que en las últimas cinco décadas México ha logrado aumentar la esperanza de vida de su población y que en ello ha ocupado un papel importante la política de salud. Esto es verdad pero muy a medias pues es mentira que esos logros signifiquen más la calidad de vida. O sea, ciertamente medio siglo de programas de salud han permitido vivir más años pero con mala calidad al incrementarse las enfermedades cardiovasculares y crónico degenerativas precisamente porque no hubo cambio de calidad de vida en la mayoría de los mexicanos. En consecuencia, la atención de estas enfermedades dispara las necesidades presupuestales a niveles inalcanzables. Si México le pidió prestado al Banco Mundial para comprar la vacuna contra una gripa ¿De dónde sacará los recursos para la hospitalización y tratamiento de los canceres que aceleradamente se incrementan y son mil veces mas caros?
Sin duda, abatir la mortalidad materno- infantil es una noble meta social. Lo que a esa como a todas las metas y programas de salud la convierten en demagógica es el uso manipulador que las presenta como “la gran obra social” de un gobierno cuando se trata de un derecho constitucional que mal se cumple porque no es lo mismo el derecho a la salud que recibir servicios médicos para recuperarla sin modificar las causas socio económicas que llevaron a perderla o sea el atraso en “las determinantes de la salud” expresado en la jerga de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Un ejemplo es más que suficiente: la ciudad de Córdoba necesita una inversión estimada de 1000 millones de pesos para contar con un verdadero sistema integral de agua y saneamiento ya que el 95% de sus aguas residuales las vierte sin tratamiento a los canales y ríos que la atraviesan afectando la salud, la calidad de vida y el poder de atracción de inversión productiva. ¿Qué no es mucho mas lo que ha perdido de ganar y lo que ha pagado por sanar a sus habitantes?
Entre los políticos de todos los partidos mucho se habla del “sistema de salud mexicano”; también entre expertos en foros internacionales sin embargo nadie se atreve a dudar que como tal exista ese sistema cuando en realidad lo tenemos son varios sistemas para la atención de enfermedades, que no es lo mismo.
Los gobernantes acostumbran decir que su máxima preocupación es la salud y repiten de mil maneras frases con ese significado aunque sea más lo que se habla que lo que se hace. ¡Nadie se suicida moral y políticamente poniendo en duda de que lo que se hace por la salud es ¡lo mejor!
A la cabeza de un gobierno puede estar un profesionista con visión social, experiencia política y administrativa y con la voluntad de mejorar la calidad de los servicios de salud – una de las demandas más sentidas hoy por la sociedad. Sin embargo, en el caso de Veracruz esos servicios dependen de casi 20,000 trabajadores de todos los niveles y perfiles integrados en varias organizaciones y estructuras mientras que la rectoría de la política de salud corre a cargo de la federación desde donde se toman las grandes decisiones. Si el objetivo es mejorar la calidad de los servicios de salud todo esto configura debilidades y no fortalezas de una política pública donde las mejores voluntades se estrellan al toparse con toda clase de intereses creados sean sindicales, políticos o de tipo económico.
Cuando publiqué La Gobernanza en la Política de Salud albergué la esperanza de que con la nueva administración se emprendiera un esfuerzo de diálogo y concertación entre todos los actores que intervienen en el sector salud y de esa manera se hicieran explícitos compromisos y expectativas bajo una estrategia movilizadora de recursos para la promoción de la salud como la única ruta certera y sustentable tal y como recomienda la OMS y como lo dice el Plan Nacional de Desarrollo. Creo que me equivoqué y como me reitera un prestigiado periodista y analista político, “sigo soñando” al pedirle peras al olmo.
Sin embargo la realidad es mucho mas terca que el ser humano y tarde o temprano la verdad se impone y cada vez son más las voces que admiten que la salud como la vida no son compatibles ni con el capitalismo salvaje; ni con el centralismo de la administración pública y menos con el paternalismo gubernamental provenga de aquellos que bajo cualquier sigla o ideología lo practican y reproducen desde las estructuras del poder público o bien provenga de la población usuaria adaptada al mismo.
¿Alguien duda que en la actualidad el dolor humano como la atención de toda clase de enfermedades constituya la mina de oro y el negocio más lucrativo del mundo? ¿En qué cabeza cabe pensar que a ese mega negocio le conviene el descenso o desaparición de enfermos y enfermedades? Y si se trata de fortalecer legitimidad política ¿acaso los programas de salud no son los mejores instrumentos?
El negocio del siglo – la industria farmacéutica- alcanza tal poder que opera en absoluta libertad, por encima de todo interés colectivo y de todo gobierno. La legislación y normatividad internacional y de gobiernos nacionales es mero requisito. A la cabeza se encuentra la FDA hoy por hoy cuestionada por miles de organizaciones no gubernamentales y proyectos alternativos.
Mucho se habla y escandaliza sobre la narcoviolencia en México y en el mundo pero nada del asesino silencioso, los cánceres y toda clase de enfermedades crónico degenerativas, que si bien son multifactoriales tienen un denominador común: la inconsciencia y la irresponsabilidad con la que vivimos prisioneros de tecnologías, modos de producción, de consumo y hábitos de vida que están acabando la salud y vida mientras acrecientan las fortunas de unos cuantos.
¿Somos una sociedad cada vez más fuerte y sana o somos una sociedad cada vez más débil, enferma y vulnerable en su sistema inmunológico?¿Quien dice la verdad sobre el estado de salud de los veracruzanos o de todos los mexicanos?
No nos engañemos, no es más sana la sociedad que tiene más hospitales, médicos y medicinas, sino la que menos necesita de ello. Claro, es más barato y viable invertir en hospitales, médicos y medicinas que mejorar la alimentación, los sistemas de agua y drenaje, la vivienda, el control eficaz de la contaminación, la prohibición de productos cancerígenos, etc
Bueno sería que la Cámara de Diputados, así como acordó e integró una comisión especial para dialogar con sus homólogos norteamericanos sobre el comercio de armas se constituyera otra comisión que con los mismos representantes del país vecino dialogara sobre el comercio de miles de productos cancerígenos que importamos, muchos de los cuales ya han sido prohibidos en Estados Unidos o Europa. ¿Por qué mejor nuestros diputados federales no exigen que nuestro representante ante la ONU promueva un acuerdo que establezca que los productos cancerígenos sean prohibidos a escala mundial? Solo de esa manera dejarían de prohibirse en unos países y autorizarse su venta en otros. No cabe duda que hay demasiada salud entre comillas.